Llega el momento decisivo... los hombres, temerosos de encontrarse tal vez con enemigos poderosos, deciden iniciar su ruta de destrucción acompañados de sus criaturas más preciadas: los dragones. Al desobedecer la palabra de los dioses, han desencadenado la furia del destino y partirán ignorantes hacia un mundo de laberintos míticos...
Por su contextura, un dragón puede recorrer hasta 300Km por hora, lo cual les brinda una ventaja competitiva frente a quien se cruce en su camino...
Hombres y dragones parten hacia la conquista: los burgundios se dirigen a Galia, los suevos, vándalos y visigodos hacia Hispania y los hérulos rumbo a la península itálica. El viaje es largo y tedioso para los dragones, quienes jamás habían abandonado sus tierras frías y acogedoras...
Llegado el momento de la disputa, los dragones, tras los largos recorridos y en nuevos climas y terrenos, tienen su capacidad disminuida, aunque no lo suficiente como para no batallar y arrasar con el enemigo. Los bárbaros inician su invasión, pero en el camino van perdiendo fuerza: hombres y criaturas fallecen en los enfrentamientos, pues los romanos, a pesar de estar debilitado su imperio, siempre se han caracterizado por ser guerreros fuertes y estratégicos, bajo el resguardo de Júpiter, rey del panteón y Mercurio, dios de la guerra.
La lucha continúa y los dragones, lejos de su territorio, empiezan a debilitarse más y más. Las temperaturas altas afectan su proceso de combustión, por lo cual su capacidad de ataque se reduce ya en un 70%. Los bárbaros, con sed de poder, se resisten a dar marcha atrás y mantienen las armas elevadas. La negligencia ante los designios de los dioses empieza a costarles un precio alto a los escandinavos...
El emperador Rómulo Augústulo (o Augusto, para quienes le tienen respeto), de tan sólo 15 años, se dio cuenta de la situación que enfrentaban los hérulos con sus criaturas en decaída, e hizo un llamado a todo el imperio para atacar en primera instancia a los dragones, lo cual les restaría un gran contendor y les daría una luz de esperanza frente a los invasores. Así pues se emprendió un ataque contra los dragones, hasta que pocos de ellos lograron esconderse, débiles e incapaces de pelear. Ocho machos se resguardaron en las cuevas más frías que encontraron, junto con una hembra mayor que pudo escapar de la cacería a sangre fría...
El pueblo romano ganó esta batalla, pero para su infortunio el éxito en la guerra fue para los diferentes conquistadores bárbaros, que finalmente se asentaron en los territorios atacados y reclamados en la lucha.
Balance de los sucesos. Imperio romano decaído e invadido. Pueblos bárbaros dichosos de haber obtenido lo que tanto deseaban: nuevos territorios y poder expandido por el continente. Muchos habitantes nórdicos sobrevivieron para formar nuevos grupos familiares en sus tierras recién ganadas. Dragones maltratados y con su especie en peligro.
Los dioses están furiosos e indignados, pero se sienten totalmente impotentes ante la situacion, pues las manzanas que ellos consumen para mantener su inmortalidad, afectan gravemente a sus criaturas favoritas... oh, grandes sabios y guardianes de la tierra, ¿cómo salvar a esta especie y recuperar lo perdido por la codicia y la ambición de los animales humanos?
Los dragones restantes, débiles y en un clima que los mata lentamente, son incapaces de reunir fuerzas para regresar a su tierra de origen; la única dragona que sobrevivió, ya en edad avanzada, hará uso de sus últimos alientos para engendrar una última cría, guardando la esperanza de que sea una hembra y que logre escapar de esta prisión sin murallas...