Hábitat y costumbres

(Contexto temporal: Siglo V a.C - Siglo IV d.C.)

Estas criaturas se encontraban principalmente en los países nórdicos, ya que para poder hacer efectiva su arma más potente, el fuego, necesitaban mantenerse en un ambiente frío, lo cual favorecía el proceso de combustión.


Su dieta era mixta, a base de vegetales y de pescados. La carne blanca les permitia mantener su fortaleza y destreza, mientras que las variedades de lechugas y frutos contribuían con su pureza y su habilidad para resplandecer en la oscuridad.


Como los unicornios, los dragones no eran una especie numerosa. Su período de gestación era de aproximadamente 23 meses, cada hembra ponía un solo huevo por período fértil; debido a esto, su velocidad de reproducción era bastante baja y la población era reducida.
Para que una cría pudiera hacer uso de sus poderes, especialmente de la emisión de fuego, se requería de todo un proceso de desarrollo y crecimiento de 25 a 30 meses.


Las pequeñas criaturas se alimentaban de leche materna, la cual era muy apreciada también por sus guardianes, los hombres, gracias a sus propiedades curadoras y a su alto contenido de calcio y fósforo, que contribuía al desarrollo acelerado y al crecimiento extremo de los habitantes de estas regiones (el consumo de leche de dragón conllevó a que estos pobladores tuvieran una talla significativamente superior en comparación con los humanos de otras regiones).


Los dragones eran venerados por los pueblos bárbaros y es bien sabido que, aunque eran animales altamente peligrosos por su gran poder, como tributo por las adoraciones recibidas de los humanos, eran bastante dóciles y habitaban en armonía junto con las tribus nórdicas, a quienes en su momento ayudaron a combatir al enemigo.
Sin embargo, los seres humanos ignoraban el destino que les aguardaba en tierras lejanas...

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