Odín está furioso con los hombres... por desobedecer a su mandato, sus seres más queridos, sus preciosos dragones, desaparecieron de la faz de la tierra sin dejar rastro alguno... Los hombres, por su parte, lamentan sus propias pérdidas y no se molestan siquiera en darle una explicación a los dioses... Así comienza la lucha entre mortales e inmortales...
A manera de venganza, Odín convence a los demás dioses de no prestarle más favores a los hombres, a menos que ellos se arrepientan. Pero como el orgullo de los habitantes de la tierra es tan grande, prefieren perder los beneficios que recibían al estar congraciados con sus dioses. Así pues, vivieron siglos de querellas entre estas dos razas, hasta la llegada del medioevo.
Entre los siglos XV y XVI, los hombres empiezan a recibir información de que otras deidades están dispuestas a acogerlos bajo su regazo si se convierten. De esta forma, empieza la transformación de cultos, en donde los nórdicos empiezan a convertirse al cristianismo, luteranismo y protestantismo, cautivados por sus ideas de perdón y de amor (cosa que por lo visto sus dioses no conocen...).
Los dioses se enojan con Odín, por haberlos llevado a perder a sus adoradores, pero él los convence de que será lo mejor para ellos, pues a partir de ahora gozarán de una libertad que nunca antes habían tenido, pues ya no deberán estar pendientes de las criaturas mortales que todo lo destruyen...
Solamente el hijo de Odín no es capaz de aceptar los argumentos de su padre y cree que lo ocurrido no es una bendición, sino una desgracia para los inmortales; es así como Thor se llena de soberbia e inicia toda una batalla en el mundo divino, para llevar a los demás a atacar a su padre y a desterrarlo por el error cometido...
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